Anoche después de llegar al hotel, nos brindaron la cena de Bienvenida y en el fragor de la buena mesa, propusimos un titular para el artículo de hoy. Con todas las vicisitudes aduaneras y el recorrido realizado desde nuestra salida de Iquique. Salieron titulares de todos los colores, profundos, emocionantes, lastimeros e incluso ausentes.
Fue este último el que decidimos tomar, nuestro querido Pedro Estévez, mantuvo el pulso a la emoción que le produjo nuestra visita a Humberstone. La ciudad salitrera del pasado. Pero vayamos por parte.
Abandonar Iquique cruzando sus calles transitadas de buena mañana, no nos llevó mucho tiempo, pronto estamos escalando la pared que da la espalda a la ciudad y nos lleva al alto Hospicio. Observamos desde la altura, el asentamiento ciudadano en todas las perisferias de las ciudades por las que hemos pasado, las chabelas mantienen y adornan las cuadras geométricas de todas las calles.
Después de repostar y dejar la última mirada a Iquique, que además goza de una gigantesca duna de 300 metros de alto a sus espaldas, dando y reforzando aun más, ese toque turístico de ciudad costera del pacifico, del que presume.
Humberstone es una ciudad fantasma, recorrer sus calles observando los detalles es puro recreo del pasado, pues la imaginación nos relata constantemente algún pasaje de la vida de lo que allí acontecía a diario. Para ubicarnos vamos descubriendo un poblado del Oeste de dimensiones enormes, realizado en madera, calles anchas, y todo tipo de detalles.
Oficinas salitreras, máquinas de vapor, tiendas de bebida, la plaza del pueblo, el teatro, con su viejos carteles en un costado del parque y enorme, todo de madera, la pulpería, el colegio con 10 aulas al más puro estilo americano, las canchas, el hospital, la piscina municipal con el estanque de hierro, máquinarias del pasado, gradas de madera, trampolín, el hotel del pueblo, los salones, el mercado municipal, todo realizado con un orden y concierto que nos quedamos encantados de un regreso al pasado bestial.
Hay que decir que el pueblo tiene más de 150 años que vivió en el unas cuatro mil personas que trabajaban en las minas de Sal. Nos quedamos con una frase que escondía una tragedia. En el interior de la pared de la iglesia, “En recuerdo de la masacre silenciada por la iglesia y el gobierno hace ahora cien años” Terrible debe ser lo que sucedió allí, y nos llena la mente de fantasmas del pasado, deambulando por la ciudad.
Ahora nos dirijimos a Huara después de dejar atrás el pozo de Almonte. La Pampa del tamarugal nos va acompañar hasta Cuya, donde el desierto empieza a ser montañoso. Los descensos de las paredes de arena son de veinte kilómetros por costado, los profundos valles y cañones nos devuelven la realidad de un país enorme lleno de soledad, dejamos atrás el río Camarones para subir a la quebrada del mismo nombre y reiniciar el descenso a chiza.
Arica esta cerca, esta última ciudad del norte esta asentada en el delta del valle de Azapa, famoso por sus olivos, es otra ciudad asentada encima de las dunas, en toda la parte norte del país y en nuestro paso por los valles, hemos entendido por que la arena llega a la cordillera, pues el fuerte viento arrastra constantemente peinando todas las gigantescas paredes del valle, formando una visión escalofriante e inhóspita.
Arica, será nuestro final de aventura, Antes entraremos a Perú tenemos que iniciar un proceso engorroso de trámites aduaneros, chile nos resuelve el paso más rápido, ahora toca la cola del Perú, un cuño, dos, tres, cuatro, cinco y seis, ahora allí, ahora allá, ahora en la otra ventanilla, ahora al señor de uniforme, pura manera de enredar a la pobre gente que no esta ducha en la administración y el papeleo.
Ahora le toca el turno a la ayuda humanitaria, las cosas pintan mal, no se puede entrar nada, el jefe inmediato, habla con el superior, le damos la carta de recomendación y empieza el baile: No se puede entrar medicamentos en este país sin permiso, eso lleva otros trámites, estira y encoge, nos niega casi todo, llaman a otro superior y acaba bajando toda la corte diplomática del estado del Peru, para negarnos la entrada a unas simples y gratificantes cajas de medicina, que al final son requisadas por su bondad y celo. Podemos pasar los juguetes para los niños, en una sola caja de cinco grandes.
Sin entender bien la situación decidimos continuar sin ayuda humanitaria y con voluntad, nuestro gozo en un pozo, como diría Elías en su titular. Regalar es caro, lo sabemos y así les va a los países pobres. Al final el filtro se merma a favor de los menos necesitados. La diferencia entre el quiero y el puedo es una muralla insalvable, a veces.
Con cara de pena, aceptamos el sur del Perú que se abre seco y lleno de dunas, nos vamos a Tacna, la ciudad donde acabamos la Etapa. La carretera está más descuidada y pronto la ciudad es más dinámica, hemos visto muchos policías de tráfico en la entrada a la ciudad, un corredor adecentado con césped empieza a vestir las calles, llenas de publicidad.
El gran hotel Tacna está en la cuadra principal y notamos que los peruanos son más activos y cercanos, cientos de taxis circulan en caravana en todas direcciones y van conformando una actividad fuera de lo normal, después de descansar, atrasamos los relojes una hora, aquí pronto se hace de noche, hemos quedado con un cambista para cambiar soles, que es la nueva moneda y acudir a la cena de bienvenida que nos brinda moto aventura.
Restaurante Fiesta, excelente, lugar y elección, la comida exquisita, unos entrantes típicos, Cebiche, el Rocoto, la Yuca, y las excelencias del cocinero que nos va trayendo otras variedades al gusto de cada uno, Pato a la braza con salsa de nosequé, costillar de cabrito en baño de nosecuanto, carnes, pescados y un “Font de Bac” el vino que algún francés decidió apadrinar y cultivar en estas tierras.
Excelente noche de charla y camaradería, nos reforzó el valor de los buenos momentos y alimentó nuestra convicción, para continuar descubriendo una aventura que de momento será inolvidable.
Mañana, continuamos al norte, la etapa será de 400 kilómetros, por fin descubriremos la ciudad blanca Arequipa, las tradiciones, el colorido y las bondades de estas tierras, ricas en folklore, costumbres, artesanía y misterio,
Lo iremos descubriendo, poquito a poco, con la avidez del viajero que inquieto descubre el pasaje del mundo ante sus ojos, somos jinetes del tiempo y observamos la película con el guión que está escrito. Este planeta es demasiado hermoso para permanecer ausentes, la aventura cobra fuerza y nos va dando razones para seguir felices e inquietos.